El reencuentro del amor

El reencuentro del amor

Al parecer nada puede arruinar lo que empezó como una fantasía, como un sueño, como algo que era prohibido, cuando dos personas se aman de verdad, el amor se vuelve tan fuerte que nada, ni nadie, ni siquiera la fuerza más potente de este mundo, puede romperlo, es capas de llegar a cualquier limite, incluso dejarlo todo, por qué siempre esas dos personas permanezcan unidas, aunque el mundo los separe, aunque no se puedan ver y todos los critiquen a sus espaldas, aunque la persona más perversa y mala del mundo, quiera separarlos, ni la misma muerte puede hacerlo, el amor que se tienen uno al otro, puede vencerlo todo, incluso la muerte...

Hace cientos de años, dos personas, un hombre y una mujer, nacieron, y sus destinos estaban cruzados, no había nada en este mundo que pudiera impedir que ellos se conocieran, crecieron en el mismo lugar, y todo giraba para que sus destinos plasmados se cruzaran. El hombre se llamaba Sebastián, y la mujer Elisabet, ellos se criaron en un lugar pobre, donde las personas trabajan mucho para poder sobrevivir, en el pueblo de los diamantes, era llamado a sí porque una leyenda contaba que hace mucho tiempo hubieron tribus que encontraron diamantes allí, pero hasta el día de hoy nadie a podido encontrar diamantes de nuevo, pero la tierra fue bautizada con ese nombre, Sebastián y Elisabet se conocieron desde pequeñitos, desde que tenían memoria, siempre compartieron sus mejores momentos, aventuras y travesuras juntos. Cuando Sebastián tenía ocho años y Elisabet seis, les encantaba esconderse el en bosque, ese era su juego favorito...

—Sebastián, ¡a que no me encuentras!
—A que si. —responde Sebastián corriendo entre las ojas que caían de los árboles.
—¡Estoy por aquí! —exclama Elisabet muy sonriente mientras observa a Sebastián buscándola.
—¿Dónde estás Elisabet? —le pregunta Sebastián alzando la voz.

De repente Elisabet salta sobre el y lo sorprende... Pasan los años, diez años después, se encuentran en el mismo bosque jugando el mismo juego. El tiempo pasa y los dos están completamente enamorados, Sebastián tardo bastante para declararle su amor a Elisabet, pero ella lo estuvo esperando porque lo amaba, y él jamás ha estado con otra chica que no sea con ella. Los dos van de camino a casa, pero Elisabet, no sabe con lo que se va a encontrar.

—Elisabet, ¿dónde estabas? —le pregunta su madre con una enorme cara de enfado.
—Madre, solo estaba en el bosque jugando a las escondidas con Sebastián.
—¿No estáis grandes ya para jugar a las escondidas?
—¿Eso que tiene ver? —reclama Elisabet.
—Pues que hay cosas que hacer aquí. 
—Vale lo siento, en qué puedo servir.
—Pues ve a doblar la ropa de tu habitación. —dice la madre de Elisabet muy enojada. —¿pero qué se ha creído esta niña?
—Vale madre. —dice Elisabet caminando a su habitación con los brazos cruzados.
—Yo te ayudo Elisabet. —dice Sebastián corriendo para alcanzarla.
—Vale.

Elisabet ya está cansada de que su madre la trate tan mal, algún día quisiera decirle todo lo siente, haber si la entiende un poco, no le queda más que obedecerla y doblar la ropa entristecida, ella no sabe de su romance con Sebastián, y es mejor que no lo sepa, porque no la acabaría.

—Aveces quisiera saber porque mi madre es tan cruel y despiadada conmigo.
—Tu puedes cambiar eso, Elisabet, ¿has pensado en la propuesta que te hice?, escapémonos juntos, donde nadie nos encuentre, casémonos y vivamos nuestro amor prohibido.
—Si lo he pensado pero no sé si hacerlo.
—No tienes que pensarlo más, ¿cuanto más vas ha seguir aguantando los maltratos de tu madre?, ¿y que te da ella a cambio?
—¿Y la escuela? ¿Y mis hermanos? ¿Quien los cuidara?
—No les va a pasar nada, además ya son grandes, y la escuela puedes asistir a otra.
—Tienes razón, no puedo seguir aquí más, a sí que, esta misma noche nos vamos, ¿ya sabes dónde iremos?
—Si, ya lo tenía todo preparado, no te vas arrepentir mi amor.
—Eso espero cabezota.

Están tan enamorados, que van a arriesgarlo todo para estar juntos, pero nadie sabe que cartas podría jugar el destino, pero ellos están dispuestos a arriesgar las todas, sin excepciones, nada podrá separarlos, estas destinados uno para el otro, es solo cuestión de dar el siguiente paso...

Elisabet está lista para dejar todo atrás e irse con el amor de su vida, aunque no le gusta nada la idea de dejar a su familia a sí sin más, cree que es lo mejor para poder estar con Sebastián por siempre, ella no sabía en absoluto que le esperaría después de cruzar la puerta de su casa y no volver, el dolor de cabeza que le causaría eso a su madre, pero ella se lo ha buscado, ¿pero que hay de sus hermanos?, después de todo ellos no tienen la culpa de nada, pero ya son todos unos hombres, incluso, ya hasta piensan en buscar trabajo sus dos hermanos, tienen la misma edad, y son unos amores, la ayudan en todo y también la cuidan, le duele mucho dejarlos, pero eso no significa que no valla a visitarlos de vez en cuando, si es que puede, su padre, él siempre se la pasa trabajando, y es rara la vez que esté en casa, pero él sabe que ella está completamente enamorada de Sebastián, y no le afectaría saber que me he ido con el, después de todo, nunca se ha metido en su vida, y es lo único que le agradece, por lo menos ella puede confiar en el, solo espera que su madre no entre en depresión, porque la conoce perfectamente, con todo y su enojo, es muy sensible, y ella no tiene corazón para hacerle sufrir, ahora ella entra en dudas, se para de la cama y se pone a dar vueltas por la habitación tropezando con todo lo que se encuentra a su paso, y se pregunta si estará haciendo bien en tomar esta decisión, definitivamente no, pero no puede esperar más, ella ya quiere compartir su vida entera frente a su amor prohibido, se pone toda roja solo de pensar en la idea de estar en sus brazos cada mañana, y de compartir los mejores desayunos a su lado, incluso de tener hijos en unos años, se pone a pensar en eso y se le olvida todo, ¿qué podría salir mal?
Sebastián trabaja, ella estudia, pone en práctica la idea de ser una artista y experimentar cosas nuevas, y lugares nuevos, ya está casanda, de estar en su casa y no hacer nada, ya no es una niña que tan solo se conforma con jugar y dormir, ya no es cualquier cosa que la entretiene, y lo mejor de todo es que ha compartido su niñez junto con el amor de su vida, su mejor amigo, su mayor aliado, su confidente, su todo, Sebastián lo es todo para Elisabet, se siente la mujer más afortunada de haberlo conocido, no permitirá que nada los separe, jamás en la vida. Elisabet empieza a empacar sus cosas antes de que Sebastián venga por ella, le da un último adiós a su casa, a su cama, al cuarto de sus hermanos y al de su madre y su padre, y se lleva con ella sus fotos, espera volver a verlos, antes de irse deja una carta de despedida para su familia, no les da indicaciones de donde se irá, solo se despide y les pide disculpas por no hacerlo en persona, pero es obvio que no puede hacerlo. Un par de horas después Sebastián llega por ella y le silba por la ventana, Elisabet da otro último adiós mirando atrás por última vez, dejándolo, todo, sus recuerdos, sus peleas, sus risas, sus llantos, todo lo que vivió en esa casa, lo deja atrás para hacer su propia vida, solo espera que nunca se olviden de ella, porque a pesar de todo ella ama muchísimo a su madre, espera que la perdone algún día, y que entienda, que lo que hace lo hace por amor, por amor verdadero...

—¡Elisabet! —grita Sebastián, llamándola para que se dé prisa, antes de que el tren los deje. Al fin la ve salir con su equipaje hecho y sonríe al ver lo hermosa que se ha puesto su amada futura esposa, él no puede esperar más para pasar su vida entera junto a ella, la ama más que a nada en esta vida, mucho más que a su propia vida. Elisabet va hacia el algo triste por dejar su familia, pero a la vez feliz porque empezara una nueva vida junto al amor de su vida, todo está a punto de cambiar.
—Estoy lista. —dice Elisabet con una pequeña sonrisa, y si le hace ese hoyuelo tan Hermoso que tiene en el lado derecho de su cara.
—Entonces vamos mi amor, no nos valla a dejar el tren que está por salir.
—Entonces vamos ya, ¡corre!

Elisabet toma a Sebastián de la mano y su equipaje en la otra, y corren juntos lo más rápido que pueden para que el tren no los deje. Elisabet a dejado de ser una niña para convertirse en toda una mujer, ella va ha empezar su vida muy lejos de su familia, todo va hacer distinto de ahora en adelante, todo cambiará, ya no será más la misma, ahora tendrá que ser diferente, porque no todo será igual que antes, pero ella espera que sea mucho mejor, este cambio no es del todo fácil para ella, ha tenido que dejarlo todo atrás, y es una chica muy joven todavía, ella no sabe para nada lo que la vida le puede hacer a una, persona, pero ella contaba con algo que le daba la fortaleza para seguir adelante con su propósito, el amor de su príncipe Sebastián, el lo era todo para ella, cada vez que se miraban a los ojos, una sensación mágica pasaba por sus cuerpos, llegando más allá de todas sus emociones, era algo que nunca nadie había experimentado en aquellos tiempos, era... El amor verdadero, algo que no se puede destruir por nada en el universo, ellos eran dos almas gemelas que nacieron para vivir, crecer y morir juntos, y aún a si, seguir amándose más allá de la muerte, juraron que nunca jamás nada, ni nadie los separaría, y de verdad nada, podía hacerlo.

Sebastián y Elisabet lograron llegar a tiempo al tren, por suerte el hombre que lo conducía es muy amigo de Sebastián y lo espero un par de minutos, ellos le agradecieron al hombre por esperarlos y enseguida subieron a bordo del tren, que iba de camino hacia la ciudad del nuevo amanecer, Sebastián decidió ir allí porque fue allí una vez y se enamoro de esa ciudad tan hermosa, y pensó que a Elisabet le encantaría vivir allí con el, pensó que sería perfecta para empezar una vida juntos, además tenía la mejor escuela de arte del mundo, y pensó decirle a Elisabet que asistiera a ella, estaba seguro de que le encantaría la idea de ir allí y cuando la conozca, le fascinara. Ambos se sentaron muy atrás en el tren para que nadie les pusiera atención, Sebastián le dejó el lado de la ventana a Elisabet porque a ella le encantaba mirar por allí, y mientras ver el hermoso paisaje de su tierra, Elisabet aún le da vueltas a lo de si fue una buena decisión dejar a su familia, solo quisiera ver la reacción de su madre al ver que se ha ido de la casa...

—¡Mama! Mira que ha dejado Elisabet para nosotros. —le dice el hermano menor de Elisabet a su madre.
—¿Qué?, ¿cómo que ha dejado una carta? ¿A dónde ha ido esta niña ahora?

Cuando la madre de Elisabet abre la carta que le ha dejado, no puede creer lo que dice en ella, cuando termina de leerla, se siente mal, y le sube la presión, y en un instante, se desmaya, el hermano de Elisabet va corriendo por ayuda para su madre, y los vecinos de al lado van a levantarla, y a recostarla, en su cama mientras alguien va por un doctor, los demás le echan aire para que se despierte, y antes de que llegue el doctor, Victoria, la madre de Elisabet, abre los ojos, y se despierta algo confundida, no sabe porque los vecinos están en su casa, al instante el doctor llega y la revisa...

—¿Cómo se siente señora Victoria? —le pregunta el doctor.
—Algo confundida, y mareada. —responde la madre de Elisabet, poniendo su mano en su cabeza.
—No se preocupe, con esta medicina se sentirá mucho mejor, solo trate de guardar reposo y no hacer muchos movimientos por esta noche, ¿sí?
—Esta bien doctor, gracias por venir.
—No se preocupe señora Victoria, estoy a sus ordenes. —dice el doctor retirándose de la casa, y dejándole en la mesa las medicinas a la señora Victoria.
—Señora Victoria, ¿quiere que le prepare algo? —le pregunta, Cecilia, su amiga de al lado.
—Si por favor Cecilia, una sopa bien caliente, es lo que más necesito en estos momentos. —dice Victoria saltando las lágrimas fuertemente, entra en un llanto desconsolador.

Su amiga Cecilia, la abraza fuertemente y la consuela en su momento de dolor y desesperación.

—Cuéntame, ¿qué te ha pasado Victoria?
—Mi hija Elisabet, me ha dejado, se fue de la casa con Sebastián. —dice Victoria al momento que vuelve a decaer otra vez en un fuerte llanto. —¿Porque me has abandonado hija?
—Victoria, cálmate, que acabas de sufrir un desmayo, te puedes poner peor.
—Ahora solo quisiera morirme Cecilia, ¡Elisabet se ha ido por mi culpa! ¡Yo la trataba mal! ¡Ahora me merezco que me haya dejado sola!
—No digas esas cosas Victoria, de seguro que Elisabet solo anda jugando por hay y más tarde regresa.
—No, ella no volverá, ¡se ha llevado todas sus cosas!
—¡Por favor Victoria, cálmate un poco!
—Trata de dormir que estás muy cansada. —le dice Cecilia tomando uno de los calmantes que dejó el doctor y dándoselo a Victoria con un baso de agua.
—Victoria tomate esto, te ara sentir mejor, no preocupes yo buscaré a Elisabet, y dormiré los chicos.

Al instante Victoria se recuesta llorando desconsolada y gracias a Dios se queda dormida, es lo que necesita ahora, descansar, la pobre esta demasiado mal y cansada, Cecilia la arropa con una cobija para que este cómoda y luego recoge las cosas que están tiradas con los niños, y los manda a dormir, ellos están concientes de lo que está pasando, y no quieren dejar a su madre sola, a sí que van a dormir con ella a su habitación. Un par de horas después llega el esposo de Victoria, el señor Orlando, y encuentra a la amiga de su esposa en su casa, sentada esperándole para contarle que ha pasado.

—¿Qué ha ocurrido Cecilia, que te veo tan preocupada? —pregunta el señor Orlando, asombrado de verla allí.
—Orlando, tienes que saber algo muy dedicado.

Cecilia suspira lento y le pide a Orlando que se siente para contarle todo lo que ha pasado de mejor manera posible, pero el por fortuna no se lo ha tomado tan desesperadamente, pero se ha preocupado mucho por su esposa y va a verla inmediatamente, Orlando sabe lo mucho que quiere Victoria a su hija, y por eso la sobre protege tanto, ahora sabe que esta noticia de seguro le ha partido el corazón, él sabía que tarde o temprano esto iba a pasar, trato de advertírselo a Victoria muchas veces pero ella no le hizo caso, y se dio por vencido con la situación, Victoria es una medre bastante agresiva, pero a la vez muy sensible, y sabe que esto le ha hecho mucho daño, él sabe que su hija estará mejor lejos de ella, además sabe que ese muchacho la ama muchísimo y que la cuidara bien, la pobre Elisabet ya no aguantaba más maltratos de parte de su madre, ahora él se siente algo culpable por no haber sido lo suficientemente hombre para poder mantener a su familia unida, estas son las consecuencias, ahora solo le queda rezar para que su hija se encuentre bien y su esposa pueda superar esto, ahora más que nunca él se mantendrá cerca de ella para que no decaiga ni se sienta sola ahora que no está Elisabet, porque lo compartía todo con ella, sabe que esto no será nada fácil para ella, tampoco para el, esto va a cambiar sus vidas...

Sebastián y Elisabet se encuentran ya muy cerca de la ciudad y están ansiosos por llegar, Sebastián ya había apartado un departamento con un amigo que tiene allá, ya está todo preparado, solo tienen que desempacar y ponerse cómodos. Elisabet no puede esperar a llegar, está tan emocionada, en muy poco tiempo se casara con Sebastián, serán muy felices, hasta tiene trabajo asegurado en un restaurante de los padres de su amigo, todo será perfecto, también ha asegurado la escuela a la que asistirán, es donde está su amigo también, una escuela bastante grande y hermosa, se encargó de todo para que Elisabet se sienta lo más feliz posible y no recuerde lo que ha dejado su familia para empezar su vida, todo se lo debe a su mejor amigo Julián, está muy agradecido con él por ayudarlo en todo esto. Este será el nuevo comienzo de una vida para Sebastián y Elisabet, el tren se ha detenido porque ya ha llegado a su destino, la gran ciudad del nuevo amanecer, Elisabet ha sido la primera en pararse y salir del tren de lo emocionada que está, junto con Sebastián, una enorme sonrisa llena de alegría y emoción se dibujó en su cara al ver que por fin han llegado a su nuevo hogar de ahora en adelante, baja lo más rápido posible del tren y se queda plasmada observando tan bella ciudad de noche, no puede creer que sus ojos oscuros, estén admirado tanta belleza.

—¡Bienvenida a nuestro nuevo hogar!
—Estamos en nuevo amanecer, ¡No puede ser! —exclamó Elisabet soltando el equipaje y dándole un fuerte abrazo a Sebastián de lo feliz que estaba.
—Si de ahora en adelante este será nuestro hogar, pero vamos, no puedo esperar ha que veas nuestro departamento, te va a encantar.
—No lo dudo. —dice Elisabet con una sonrisa de oreja a oreja.
—Vamos está cerca de por aquí, de paso te presento a mi amigo Julián que fue quien me ayudó con todo para poder venir mi amor.
—Si vamos. —dice Elisabet tomando su equipaje y tomando a su novio de la mano.

Ellos van de camino a su departamento que está ha una esquina del restaurante de los padres de su amigo, no puede esperar a verlo, él le ha preparado una sorpresa a su novia de bienvenida en el restaurante de su amigo, ya quiere ver la cara que pondrá cuando lo vea, estará tan feliz, que se le pasara la tristeza. Ellos apresuran el paso para llegar rápido al restaurante porque están muertos de hambre y de cansancio, cuando llegan Elisabet no puede creer lo que ven sus ojos.

—¡Sorpresa, bienvenidos a su nuevo hogar! —gritan todos en el restaurante incluyendo al amigo de Sebastián y a sus padres. —Pasen por aquí por su mesa especial. –dice Julián dándole un fuerte abrazo a Sebastián, y a su casi cuñada, Elisabet.
—Gracias por esto amigo, te quiero mucho.
—Wow, yo me quede sin palabras, gracias a todos por esta bellísima bienvenida. —dice Elisabet aún con cara de asombro.
—Es lo menos que puedo hacer por ustedes, este tío es como un hermano para mí, pero pasen, vengan a su mesa que deben estar ambrientos y muy cansados por el largo viaje.
—A sí es hermano, especialmente mi novia que ya estaba desesperada por llegar.
—Bueno a mí me van a disculpar, pero es que ya no aguanto las ganas de ir al baño.
—Tranquila Elisabet, estás en tu casa, está a la derecha.
—¡Gracias! —dice Elisabet mientras corre al baño. Y Sebastián y Julián sueltan una carcajada al verla correr.
—Cuéntame hermano, como está todo, ¿como se lo ha tomado todo Elisabet?
—Pues ha sido muy difícil para ella tomar la decisión de venirse a vivir conmigo a una ciudad nueva, y dejar a su familia, por eso he querido hacerle esta sorpresa para que se olvide un poco de todo eso y se sienta como en su casa.
—Claro ya sabes que esta es su casa hermano, ella puede venir aquí las veces que quiera, además le va a ser muy bien conocer mi hermana menor, que tiene su misma edad, de seguro que se aran mejores amigas porque ella casi no tiene.
—Elisabet solo me tiene a mí así que creo es muy buena idea que se conocieran.
—De acuerdo entonces le diré que valla mañana para que asistan a la escuela lo antes posible.
—Gracias hermano, no tengo como pagarte todo lo que has hecho por mí amigo.
—Sabes que no tienes que hacerlo, sabes que eres un hermano para mí, ahora eres parte de mi familia.

Los dos se dan otro abrazo de amistad, y van a la mesa mientras Elisabet está en el baño.

—Vamos Elisabet todo va  a estar bien, solo tienes que olvidarte de todo y ser muy muy feliz ahora que tienes la oportunidad. —se dice Elisabet a sí misma en el espejo del baño, mientras termina de lavarse las manos y luego secárselas.
—Estoy lista ya, muero de hambre.
—Pues esto te va ha encantar, es un plato exquisito para que tu estómago salte de alegría. —le dice Julián a Elisabet mientras ella se sienta al lado de Sebastián.
—Ouh, ¡eso se ve riquísimo! —exclama Elisabet mientras toma los cubiertos lista para empezar a comer.
—Anda mi amor no comas tan rápido que te puedes quemar.
—Con el hambre que traigo no creo que eso sea posible. —dice Elisabet incorporando un enorme bocado en su boca.

Sebastián, solo la observa comer, y está muy contento de verla tan feliz.

—Mi amor pero empieza a comer que se te va a enfriar.
—Si verdad solo estaba admirándote.
—Pues no lo hagas ahora cabezota y empieza a comer.
—Vale, no te enojes. —dice Sebastián mientras sonríe, le encanta cuando Elisabet se pone a sí.
—Hey chicos, les he traído el postre, nada más y nada menos que helado de chocolate, Sebastián me ha contado que es tu favorito Elisabet.
—¡Enserio! Oye Julián ¡te la has rifado todas! ¡Muchas gracias! Es todo lo que quería, ahora mi felicidad está completa. —dice Elisabet al comer su helado saborear su dulce y delicioso sabor en su boca.
—Este es el helado más delicioso que he probado en toda mi vida. —dice Elisabet al llevarse otra cucharada a la boca.
—Gracias Elisabet, lo ha preparado mi madre con mucho amor para vosotros.
—Gracias Julián este helado está riquísimo. —le dice Sebastián a Julián mientras le hecha una mirada a Elisabet mientras come.
—¿Qué me miras tanto Sebastián?
—Miro lo rápido que te comes el helado, ya después que se te congele el cerebro no digas que no te lo advertí.
—Lo único que se me ha congelado an sido los dientes. 

Julián y Sebastián se mueren de la risa al escuchar lo que ha dicho Elisabet.

—No se rían malos, mirad que no es nada divertido.
—Si lo es. —dice Sebastián aún riendo.
—Y contadme, ¿qué tenéis pensado para hacer esta noche?
—La verdad hermano solo queremos ir a dormir porque estamos muy cansados.
—Ya veo, pero no se irán si antes bailar un poco con nosotros, ¿Verdad?
—¡Claro! —contesta Elisabet muy animada.
—Pues vamos, ¿qué te gusta Elisabet?
—Pon algo suave, para despejarme un poco.
—Te parece esto, verte amanecer de la banda Dorian.
—Si esa me encanta.

Empieza a sonar y se deja llevar por el ritmo y la letra...
"Yo que lo hago todo al revés, llevaba tanto tiempo buscándote, que me perdí, sin querer, tú que nunca quisiste crecer, escuchas discos raros al amanecer, en pisos, de diablos. Para que creer en Dios, si él no cree en nosotros, yo que encontré mi lugar, en el color de tus ojos, para que creer en Dios, si él no cree en nosotros, yo que encontré mi lugar, en el color de tus ojos, en el fondo todo lo que quiero, es verte amanecer... En el fondo todo lo que quiero, es verte amanecer...

Yo que lo hago todo al revés, llevo un agujero en el bolsillo, y sal de mar, en la piel... Para que creer en Dios, si él no cree en nosotros, yo que encontré mi lugar, en el color de tus ojos, en el fondo todo lo que quiero, es verte amanecer... En el fondo todo lo que quiero, es verte amanecer... Para que creer en Dios, si él no cree en nosotros, yo que encontré mi lugar en el color de tus ojos, en el fondo todo lo que quiero es verte amanecer... En el fondo todo lo que quiero es verte amanecer... Para que creer en Dios, si él no cree en nosotros, yo que encontré mi lugar, en el color de tus ojos, en el fondo todo lo que quiero es verte amanecer... En el fondo todo lo que quiero es verte amanecer..."

Elisabet termina de bailar en los brazos de Sebastián, ella se siente tan feliz estando con el, nada los separara.

—Bueno hermano, ya estoy agotado, a sí que creo que ya nos vamos.
—Vale hermano, nos vemos mañana, se cuidan.
—Tu también, nos vemos mañana. —le dice Sebastián a Julián mientras le da un abrazo de despedida.
—Gracias por todo Julián, te estoy muy agradecida. —le dice Elisabet mientras le da un abrazo de despedida también.
—No es nada Elisabet, ya sabes que aquí las puertas siempre estarán abiertas para ti, por cierto mañana te llevaré a mi hermana menor, que tiene tu edad, para que se conozcan, sé que se aran muy buenas amigas.
—Estoy segura que si, nos vemos. —dice Elisabet tomando su equipaje al salir con Sebastián.
—Estoy exhausta, solo quiero dormir.
—Si yo también. —dice Sebastián mientras bosteza.

Sebastián y Elisabet salen del restaurante, y se van caminando hacia el departamento que está ha una esquina, ahora todo cambiara, Sebastián y Elisabet podrán ser felices sin que nadie se los impida, ni la vida, ni la muerte, ni nadie... Pero aveces las cosas que prepara el destino son inexplicablemente inesperadas, y muchas cosas están por pasar en sus vidas, ellos esperan que su amor, pueda vencerlo todo...

Al día siguiente Sebastián y Elisabet se preparan para una nueva vida, nueva escuela, nuevo trabajo, y nuevas cosas, Sebastián se despide de Elisabet para ir a trabajar y Elisabet se prepara para su primer día de escuela, va a organizar sus cosas para asistir de tarde con la hermana de Julián y Sebastián, de paso también prepara sus cosas. Sebastián se encuentra de camino al trabajo y no sabe la noticia que le espera.

—Sebastián ¿cómo estás?, tengo algo que contarte. —le dice Julián dirigiéndolo hacia el baño.
—¿Que es lo que tienes que contarme hermano?
—Ayer, he encontrado un trabajo que nos puede traer mucho dinero.
—¿Y de que se trata?
—Bueno, se trata de que nos están ofreciendo una gran cantidad de dinero si conseguimos unos rubíes raros a unas personas.
—¿Y cómo de cuánto hablamos?
—Como de cinco millones de dólares a cada uno.
—¿Qué? ¡Eso es demasiado dinero!
—Es que no son cualquier rubí, tienen algo muy especial.
—Bueno, ¿y qué debemos hacer? ¿Dónde están?
—Están en la cueva de las maravillas, muy enteradas.
—Pero ese lugar es muy peligroso.
—Pero vale la pena el riesgo, son cinco millones hermano.
—Vale, ¿cuándo nos vamos?
—Esta misma tarde, ya pedí permiso para que nos vallamos.
—Pues vamos ya, ¿tienes todo preparado?
—Si ya lo tengo todo listo solo tenemos que irnos, mientras más rápido empecemos más rápido terminamos.

Sebastián y Julián están decididos a conseguir esos rubíes, pase lo que pase, Sebastián está algo nervioso porque sabe los riesgos que esto implica, y más si no son cualquier rubí, no sabe que especialidad tienen pero va ha asumir todos los riesgos por Elisabet, para hacerla feliz, pero a Elisabet solo le importa Sebastián y si lo pierde, no se sabe lo que podría pasar. Sebastián y Julián ya se van camino a la cueva de las maravillas, el lugar más peligroso del mundo, pero no les importa, emprenden un largo camino pero llegan para empezar su trabajo. Luego de un par de horas consiguen los rubíes, todos ellos, y entonces se van a casa, antes de que empiece el peligro en esa cueva.

—¡Vez!, lo hemos hecho y nada ha pasado, ahora solo es cuestión de llevárselas a los que la pidieron.
—Oye, ¿y quiénes las pidieron? 
—Unos hombres muy poderosos y con mucho dinero, no se para que las quieren con tanto dinero, pero con que nos paguen ni me importa ni me interesa.
—Vale.

Hay algo que le huele mal a Sebastián en todo esto, no tiene un buen presentimiento de que esto valla a terminar bien, ¿y porque nadie había encontrado esos rubíes antes? Eso se pregunta el, tal vez porque todos tenían miedo de entrar a aquel lugar, hasta los poderosos, solo espera que esto no traiga consecuencias. Sebastián y Julián van a llevarle los rubíes a las personas, pero no saben con lo que se encontraran estando allá.

—¡Hola! ¡Venimos por el pedido! —grita Julián en la puerta.
—Pasen. —responde un escolta.
—Aquí tenemos su pedido. —dice Julián dejándolo en la mesa.
—Muy bien, serán bien pagados. —dice uno de los hombres con una voz grave.
—¡Gracias!. —dicen Sebastián y Julián al mismo tiempo y toman su dinero, y se marchan, pero antes de que lleguen a la puerta...

Dos hermanos, dos vidas, dos almas, que iban por un mundo diferente y conquistador, emprendiendo rumbo a un nuevo comienzo, todo se acaba, antes de que crucen la puerta que los llevaba al paraíso, termina algo que, ni siquiera empezó, un amor perdido, una hermandad destruida, dos vidas acabadas, antes de que cruzaran esa puerta, fueron balaseados hasta morir Sebastián y Julián, pero, ¿aquí se termina todo?
La respuesta, es aún No, todavía queda una esperanza...

—Llévenlos al sótano, y recojan el dinero, sus almas nos servirán para ponerlas a trabajar.
—Si señor.

Elisabet, ¿dónde estás?, ¿te perdí?, ¡no te encuentro!, ¡Elisabet!...

—¿Elisabet que te pasa?
—¡Sebastián! —Grita Elisabet mientras llora sin consuelo.
—Elisabet tranquila, no pasa nada. —dice la hermana de Julián Esmeralda tratando de calmarla. —¿qué te ha pasado?
—Es que tuve una pesadilla horrible, soñé que Sebastián me estaba buscando, y no me encontraba, y me llamaba a gritos pero yo no podía hacer nada. —termina de decir, Elisabet mientras se pierde en llanto. —Esmeralda, tengo un muy mal presentimiento, como si algo le hubiera pasado a Sebastián.
—Sabes que, yo también siento lo mismo, como si algo le hubiera pasado a mi hermano, y eso no me gusta nada porque mi hermano se mete en muchos líos.
—Sabes que vamos al restaurante a ver si están hay.
—Si vamos.

Ella lo sabe, ella lo siente, sabía que esto no sería buena idea, sabía que algo pasaría, pero no sabía que llegaría a tanto, ahora solo queda usar lo único que tiene, la fuerza de su amor para que vuelva a ella.

—Mamá, ¿dónde están Sebastián y Julián?
—Fueron hacer un trabajo, ¿porque?.
—¿Y no dijeron cuando volvían?
—Dijeron que en la tarde, pero aún no han regresado.
—¿Y sabes a dónde fueron?
—No hija, ¿pero qué pasa? ¿Porque os veo tan preocupadas? ¿Ha pasado algo?
—No sabemos mamá, pero lo presemtímos...
—Estoy segura que algo les pasó, y no es nada bueno. —dice Elisabet casi llorando.
—Tranquila Elisabet, de seguro que volverán. —dice Esmeralda tratando de calmar a Elisabet.

No saben porque, pero por un milagro, por algo inexplicable, por algo muy extraño, están vivos, pero sus almas están encarcela das en el vacío condenadas a trabajar por la eternidad, pero ellos no se resignarán a eso.

—Sebastián, tenemos que escaparnos de aquí...

Elisabet se siente mal, de pronto todo le da vueltas, y se desmaya en un sofá.

—Elisabet, ¿que te pasa?
—No lo sé tal vez es la angustia.
—O tal vez estás embarazada.
—No digas cosas que no son Esmeralda.
—Podría ser.

Elisabet se queda con la duda, pero no le da muchas vueltas porque en ese momento solo piensa en Sebastián, y espera que este bien...

Dos años después...

—Sebastián, este es nuestro momento, escapemos de aquí...

Por fin libres, por fin sus almas rompieron las cadenas que los ataban por una supuesta eternidad, lo único que mantuvo vivo a Sebastián fue el amor que sentía por Elisabet, espera que aún lo siga esperando, sabe que si, su amor es tan fuerte, que no permitió que su alma abandonará su cuerpo, ahora más que nunca luchará por vivir, y ver a su amada otra vez.

—Vamos corre, salgamos de este infierno de manicomio. —dice Julián ayudando a Sebastián a salir con las rejas. —Corramos.
—¡Al fin libres! —Grita Sebastián.

—Mamá, alguien que te busca.
—¿Quién es mi amor?
—Soy yo.

Elisabet respira, otra vez puede respirar, se siente viva, su corazón se acelera como la primera vez que lo beso, como la primera vez que estuvo con el, y como la última vez que lo vio.

—Elisabet...
—No digas nada por favor... Sólo abrázame fuerte, te lo ruego. —Dice Elisabet llorando.

Se vuelve a fundir su calor en uno solo, se abrazan tan fuerte que el tiempo se detiene, tan fuerte, que no pueden suspirar, tan fuerte que no hay nada que los separe, ni incluso la muerte pudo hacerlo, su amor es mucho más fuerte, su amor es invensible, el lo arriesgo todo por ella, ella lo dio todo por el, el amor es la fuerza que los mantuvo de pie en un infierno sin llamas, y un sueño tornado de pesadillas, en un mundo del otro lado de la vida, el amor es lo que los pudo volver a unir, lo que hace que lloren con intensa pasión por el arranque de sus vidas, nunca dudaron que se volverían a encontrar, el amor siempre estuvo vivo, más que nunca, y ahora tienen un rayo de luz que lo ara aún más fuerte e indestructible...

—¿Papá?
—Ella es...
—Si, es nuestra hija, Sol, quedé embarazada cuánto te fuiste.
—Elisabet yo...
—Tranquilo, lo sé todo, y créeme que te he estado esperando porque he hecho mi amor más fuerte para que te  atrajera a mi otra vez, para que tu alma fuera liberada, porque eso era lo único que le permitiría escaparse.
—¿Y cómo lo sabes?
—Esmeralda me lo contó todo, ella sabía de esto, pero no pensó que Julián aceptaría hacer ese suicidio a sus vidas.
—Pero estoy aquí amor mío, y jamás pienso irme, te jure siempre estar a tu lado, y ahora jamás me separaré de las dos. —dice Sebastián mientras las abraza en un llanto desconsolador...

El amor no tiene límites, es algo que cuando se hace fuerte, se alimenta y crece, puede ser indestructible como el de Sebastián y Elisabet, la vida, el destino y el universo, son engañosos, pero el amor siempre tiene cartas bajo la manga, cuando se ama de verdad, no hay persona que interfiera, no hay cosa que destruya no hay muerte que separe e impida el reencuentro del amor...

Fin



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